En un mundo empresarial en constante evolución, el liderazgo tradicional centrado en la rentabilidad y la competencia ya no es suficiente. Un nuevo paradigma de liderazgo, que trasciende el enfoque individualista y se enfoca en la creación de comunidades laborales virtuosas, el desarrollo del bienestar colectivo y la construcción de propósitos trascendentes, se hace indispensable.
En este artículo reflexionaremos sobre cómo adoptar un liderazgo contemporáneo puede transformar la cultura organizacional, potenciar el talento humano y asegurar un impacto positivo y sostenible en la sociedad.
Un nuevo paradigma de liderazgo
La cultura dominante aún entiende a las empresas y al trabajo desde una mirada que pone el foco en el negocio y que parece apuntar a obtener la mayor rentabilidad sin importar las consecuencias. Esta perspectiva reduce el concepto de trabajo a la repetición constante y forzada de instrucciones, prácticas y procesos para alcanzar metas específicas que, paradójicamente, están en cambio constante. Algo no cuadra.
Un efecto directo y nocivo de este tipo de mirada en el espacio laboral es que restringe las posibilidades del hacer humano a la realización de acciones en las que el éxito de unos se sustenta en el esfuerzo desmedido de otros. Y se confunden la generación de riqueza y la justa rentabilidad con la ambiciosa acumulación individual.
Se le niega a la organización empresarial su posibilidad de ser entendida, también, desde el más importante de sus sentidos: como un eficiente y necesario instrumento de construcción y articulación de sociedad.
Un cambio de paradigma se hace indispensable, donde el éxito esté en la capacidad de construir sentido y organización colectiva, permitiendo la plena realización de lo personal en la generación virtuosa de comunidad, el disfrute con vitalidad de lo que hacemos y el desarrollo de lo compartido en los resultados que en conjunto obtenemos.
Ampliar la mirada del liderazgo
Se suele reducir la idea del liderazgo a la capacidad de conducir personas y lograr que las cosas sucedan. Es decir, alcanzar una meta planteada. Sin embargo, esta mirada hoy no es suficiente porque empieza a verse claro que los objetivos de una empresa y, en general, de toda organización humana están más allá de sus desafíos operacionales o metas financieras que hasta hoy las definen.
Se trata de incorporar la dimensión humana y social, entendiendo el rol que una organización es capaz de ejercer entre sus equipos y también en la comunidad a la que pertenece. Podríamos así hablar de cuatro objetivos centrales:
- Desarrollar un nivel de actividad vital que equilibre la capacidad para producir y generar riqueza
- Desarrollar el bienestar colectivo compartido de su comunidad
- Consolidar una permanencia en el tiempo sostenida y sustentable
- Ejercer una articulada y activa presencia en la construcción del entorno social.
Si la distinción que tenemos de la empresa cambia, su propósito y su sentido también cambiarán, y modificarán, a su vez, las formas de conducción, de conformación de equipo. El tipo de liderazgo, e incluso las habilidades a desarrollar por los miembros de la empresa para pertenecer y crear destino, serán objeto de transformación.
Hoy, las organizaciones productivas, de toda índole, comienzan a aceptar que sus logros, sus metas y sus propósitos están directamente asociados a las potencialidades de todas las personas que conforman su comunidad.
Intentar alcanzar objetivos trascendentes a partir de visiones mesiánicas o de la imposición de una conducción individualista, o bien a partir de instrucciones que no integren, reconozcan u ofrezcan sentido a las potencialidades de los miembros de un equipo, ya es primitivo. Supone, abierta y simplemente, condenar dichos objetivos a procesos sobreexigidos, productividades débiles y el fracaso en la sostenibilidad del proyecto.
Hacia un liderazgo contemporáneo
En nuestra sociedad hiperconectada, donde grandes flujos de información y conocimiento circulan, el líder que lo sabe todo, fija directrices inconsultas y funda su conducción en la imposición de sus planteamientos, tiene cada vez menos cabida. Está en vías de extinción.
Liderar exige hoy, para aquellos que asumen explícita o implícitamente este papel al interior de una organización o comunidad, la comprensión y el desarrollo de habilidades en continua evolución.
Levantar la voz, golpear la mesa, amenazar o despedir arbitrariamente como gesto de autoridad o ejercicio de poder no son más que expresiones primitivas de descontrol e incompetencia ejecutiva.
El líder contemporáneo no será aquel que todo lo sepa, sino el que mejor escuche, acompañe y busque los rumbos adecuados.
Escuchar al otro, generar espacios de interlocución, gestionar desde el reconocimiento, potenciar el reaprendizaje de los colaboradores y los propósitos compartidos aparecen como prácticas virtuosas para la proyección de las personas y las organizaciones.
Las nuevas concepciones de liderazgo se fundan en la aceptación de que el conocimiento está democráticamente disponible en línea, de que vivimos en un mundo donde el futuro se hace presente en lo inmediato, donde lo vertiginoso del cambio y la transformación permanente del saber definen la época.
Desde el liderazgo individual hacia la maestría de lo colectivo
El liderazgo contemporáneo ha de fundarse en la experiencia del navegante que está alerta a las señales de lo incierto, conoce la destreza de cada tripulante y los estimula en su hambre de nuevos puertos, así como en la capacidad de asociar la diversidad de fuentes de conocimiento y acciones disponibles.
Es desde este aprendizaje vivencial que el liderazgo contemporáneo se une al coaching ejecutivo como maestría de lo colectivo, y conforma un conjunto de habilidades estratégicas que permiten recuperar la comprensión del ser humano como un actor vital en la construcción de la sociedad.
La acción de liderar se realiza en comunidad y se funda en la relación con los otros
Ampliar el campo de acción del liderazgo y del sentido que impulsa sus actos, desde la profunda comprensión del compartir humano, es hoy uno de los grandes desafíos del coaching contemporáneo.
El gran desafío del liderazgo: crear comunidades laborales virtuosas
Para quien ejerce el liderazgo, el gran desafío actual es la creación de una comunidad que se defina desde la transformación de la mirada tradicional y se distancie de matrices interpretativas sostenidas solo en el logro individual y en la competencia avasalladora y excluyente, para reconocer a las personas, tanto en nuestro diario vivir como en sus contextos laborales y productivos, a partir de su sabiduría, de su potencial de aprendizaje y de su maestría en la generación de lo colectivo.
Para ello, es fundamental entender que los seres humanos no solo son aquello que hacen, sino también el resultado de los modelos, las intenciones y las creencias con que interpretan sus acciones y las consecuencias que de ellas se derivan.
Liderar es un ejercicio de responsabilidad que se funda en la capacidad de potenciar la riqueza de una organización, a partir del desarrollo y el bienestar de todos sus participantes. Esto se logra mediante la articulación de sus talentos, la colaboración en la gestión de sus quiebres, el cuidado de sus proyecciones y la integración, en armonía, de los intereses y anhelos de sus actores y protagonistas.
Liderar implica participar de forma activa en la construcción de un propósito trascendente que permita, a partir de la expansión de las posibilidades particulares y colectivas de sus integrantes, asumir el desafío fundamental del liderazgo actual y la empresa contemporánea: crear humanidad.